Su nombre real es Vicente José de Oliveira Muniz.
Vik Muniz, uno de los artistas contemporáneos brasileños más destacados del mundo, reconocido por sus collages de materiales inusitados -azúcar, fideos, basura, chocolate, juguetes, mermelada, diamantes-, que recrean legendarias imágenes, expone en la Argentina, a partir del 21 de mayo en el Centro de Arte Contemporáneo del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref), con una amplia retrospectiva sobre sus casi tres décadas de carrera.
Nació en 1961 y creció en la periferia trabajadora de San Pablo, más exactamente en la favela de Jardim Panamericano.
Inquieto desde muy joven, se interesó primero por la publicidad, luego por el teatro y la escenografía, más tarde por la literatura y la filosofía; fue escultor antes de dedicarse de lleno a fotografiar sus propias obras, que tienen elementos de collage y de instalaciones.
De chico no soñaba con ser artista, pero la oportunidad le llegó de golpe: tenía veintidós años cuando, al intentar poner fin a una pelea callejera, recibió por accidente un balazo en una pierna. Para evitar una denuncia, el agresor le pagó una suma de dinero con la que él decidió comprarse un pasaje de avión y volar a explorar Nueva York.
La exploración se demoró treinta años. Quedó fascinado con los museos de la Gran Manzana y fue entonces cuando empezó a meterse en el mundo del arte, dando sus primeros pasos como escultor minimalista mientras trabajaba en una tienda de marcos para cuadros.
No fue sino hasta 1996 cuando Muniz descubrió una fórmula que le cambiaría su carrera y su vida. Que le abriría las puertas de los principales museos y colecciones del mundo: Durante un viaje de vacaciones al archipiélago caribeño de San Cristóbal y Nieves, entró en contacto con niños locales, hijos de trabajadores en las plantaciones de caña de azúcar donde estos chicos humildes están prácticamente condenados a trabajar.
Tomó fotos de los pequeños y al volver a Nueva York imprimió esos retratos en papel negro, los espolvoreó con azúcar para resaltar las imágenes y los volvió a fotografiar. El resultado fue la serie "Niños de azúcar", una de las obras más famosas de Muniz, que no sólo se destaca por su belleza sino también por su originalidad y mensaje social.
Allí encontró finalmente el propósito de su veta artística: Lograr alcanzar el arte a todas las personas por igual. Transmitir sentimientos o ideas respecto de las sociedades que tanto lo marcaron y rodeaban, no utilizando la política como medio del arte, sino más bien un arte en sí mismo que podría o no lograr cierto "abrir de ojos" social: "Si en el camino de hacer arte, de buscar concretar una idea artística, se puede transmitir un mensaje político, eso es otra cosa".
Influencias:
Por un lado, el arte pop, el movimiento Arte Povera, el minimalismo, el foto-realismo de Chuck Close y la obra de Joseph Beuys; por otro lado, mucha cultura visual comercial, la publicidad, la cinematografía, todo lo multimediático, hasta los samplings de la música electrónica.
Por otro lado, sus vivencias personales: Como brasileño, le tocó vivir la dictadura, una época en la que la gente no podía decir exactamente lo que quería, y cuando decía algo tenía que pensar cómo lo decía; ese contexto del régimen militar formó individuos muy buenos en metáforas y también muy cínicos. Ese ambiente lo influenció mucho, pero no en el sentido de lucha marxista, si no en un sentido más poético del comunismo. El nació en una familia muy pobre, y hoy se pelean por sus obras los museos más importantes del mundo, pero su codeo con la "gente rica" lo toma como parte de las distintas experiencias de vida que existen y que nos vuelven a cada uno como somos: "Me gusta experimentar con todo, relacionarme con todo tipo de gente, y el arte es mi herramienta para poder acceder a estos tipos de experiencias, para generar memoria de esas experiencias, y para tener una conciencia amplia de la vida."
Crítica:
En sus obras el espectador no se encuentra atravesado por dudas sobre el modo en que se hicieron, sino todo lo contrario: Vik busca que el espectador entienda el proceso de cómo fueron hechas, eso le permite entrar en una relación temporal. Se piensa en las imágenes como algo instantáneo, inmediato, pero la imagen que inspira a imaginar cómo fue hecha, nos lleva a pensar en el proceso a través del cual fue realizada. Y eso nos da la posibilidad de pensar en otras cosas: como en la intención de la imagen, y hasta en conclusiones filosóficas sobre lo que se está viendo.
Para Vik, el artista crea situaciones, algunas más personales, otras con un significado más universal, pero de cualquier forma crea una relación entre la obra y el espectador.
Él busca que los espectadores tengan con las obras relaciones intensas, complejas, profundas. Pero a su vez, cada uno acarrea un conjunto de experiencias personales, de ideas, de prejuicios... todo eso vuelve la relación entre el espectador y la obra un producto único, personal; y eso es lo que él destaca como lo "bonito" del arte.
Es difícil lograr relacionar a cualquier espectador con el arte, y Vik Muniz lo logra. Al dueño del museo o a aquel que lo limpia, desde la burbuja artística hasta los más alejados de la corriente elitista que rodea al arte contemporáneo.
Personalmente, me encantan sus obras, no sólo por el PopArt con el que están impresas, sino por su particularidad de alcance social. A todos nos llega el mensaje, el de acercar a las personas sus raíces, recordar de dónde venimos y hacia dónde vamos, recordar dónde estamos dentro de la pirámide social, no a modo de "dedo en la llaga", sino para tomar conciencia de aquello y quienes nos rodean y de qué forma lo hacen, poseer entendimiento y noción al respecto del "espacio" que cada uno ocupa, privilegiado o no.
Vik Muniz, uno de los artistas contemporáneos brasileños más destacados del mundo, reconocido por sus collages de materiales inusitados -azúcar, fideos, basura, chocolate, juguetes, mermelada, diamantes-, que recrean legendarias imágenes, expone en la Argentina, a partir del 21 de mayo en el Centro de Arte Contemporáneo del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref), con una amplia retrospectiva sobre sus casi tres décadas de carrera.
Nació en 1961 y creció en la periferia trabajadora de San Pablo, más exactamente en la favela de Jardim Panamericano.
Inquieto desde muy joven, se interesó primero por la publicidad, luego por el teatro y la escenografía, más tarde por la literatura y la filosofía; fue escultor antes de dedicarse de lleno a fotografiar sus propias obras, que tienen elementos de collage y de instalaciones.
De chico no soñaba con ser artista, pero la oportunidad le llegó de golpe: tenía veintidós años cuando, al intentar poner fin a una pelea callejera, recibió por accidente un balazo en una pierna. Para evitar una denuncia, el agresor le pagó una suma de dinero con la que él decidió comprarse un pasaje de avión y volar a explorar Nueva York.
La exploración se demoró treinta años. Quedó fascinado con los museos de la Gran Manzana y fue entonces cuando empezó a meterse en el mundo del arte, dando sus primeros pasos como escultor minimalista mientras trabajaba en una tienda de marcos para cuadros.

Tomó fotos de los pequeños y al volver a Nueva York imprimió esos retratos en papel negro, los espolvoreó con azúcar para resaltar las imágenes y los volvió a fotografiar. El resultado fue la serie "Niños de azúcar", una de las obras más famosas de Muniz, que no sólo se destaca por su belleza sino también por su originalidad y mensaje social.
Allí encontró finalmente el propósito de su veta artística: Lograr alcanzar el arte a todas las personas por igual. Transmitir sentimientos o ideas respecto de las sociedades que tanto lo marcaron y rodeaban, no utilizando la política como medio del arte, sino más bien un arte en sí mismo que podría o no lograr cierto "abrir de ojos" social: "Si en el camino de hacer arte, de buscar concretar una idea artística, se puede transmitir un mensaje político, eso es otra cosa".
Influencias:
Por un lado, el arte pop, el movimiento Arte Povera, el minimalismo, el foto-realismo de Chuck Close y la obra de Joseph Beuys; por otro lado, mucha cultura visual comercial, la publicidad, la cinematografía, todo lo multimediático, hasta los samplings de la música electrónica.
Por otro lado, sus vivencias personales: Como brasileño, le tocó vivir la dictadura, una época en la que la gente no podía decir exactamente lo que quería, y cuando decía algo tenía que pensar cómo lo decía; ese contexto del régimen militar formó individuos muy buenos en metáforas y también muy cínicos. Ese ambiente lo influenció mucho, pero no en el sentido de lucha marxista, si no en un sentido más poético del comunismo. El nació en una familia muy pobre, y hoy se pelean por sus obras los museos más importantes del mundo, pero su codeo con la "gente rica" lo toma como parte de las distintas experiencias de vida que existen y que nos vuelven a cada uno como somos: "Me gusta experimentar con todo, relacionarme con todo tipo de gente, y el arte es mi herramienta para poder acceder a estos tipos de experiencias, para generar memoria de esas experiencias, y para tener una conciencia amplia de la vida."
Crítica:
En sus obras el espectador no se encuentra atravesado por dudas sobre el modo en que se hicieron, sino todo lo contrario: Vik busca que el espectador entienda el proceso de cómo fueron hechas, eso le permite entrar en una relación temporal. Se piensa en las imágenes como algo instantáneo, inmediato, pero la imagen que inspira a imaginar cómo fue hecha, nos lleva a pensar en el proceso a través del cual fue realizada. Y eso nos da la posibilidad de pensar en otras cosas: como en la intención de la imagen, y hasta en conclusiones filosóficas sobre lo que se está viendo.
Para Vik, el artista crea situaciones, algunas más personales, otras con un significado más universal, pero de cualquier forma crea una relación entre la obra y el espectador.
Él busca que los espectadores tengan con las obras relaciones intensas, complejas, profundas. Pero a su vez, cada uno acarrea un conjunto de experiencias personales, de ideas, de prejuicios... todo eso vuelve la relación entre el espectador y la obra un producto único, personal; y eso es lo que él destaca como lo "bonito" del arte.
Es difícil lograr relacionar a cualquier espectador con el arte, y Vik Muniz lo logra. Al dueño del museo o a aquel que lo limpia, desde la burbuja artística hasta los más alejados de la corriente elitista que rodea al arte contemporáneo.
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Medusa - Fideos con salsa |
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Mona Lisa's de mermelada y mantequilla de maní. |
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Pareja idílica "yankie" hecha con técnica de collage |
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Mujer esperando - Collage |
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Rio de Janeiro - Collage |
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Auto con materiales de la basura |
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Drácula y Frankestein - Caviar |
Fuente: http://vikmuniz.net/
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