
Volviendo al asunto, desde muy pequeña fui muy inquieta, sin poder quedarme mucho tiempo en el mismo lugar sin "armar lío", con mi hermano, vecinos o la perra. Hasta que descubrieron que la única manera de congelarme era poniéndome un libro en las manos... Creo que por éso comencé a leer desde muy chica, a abrir mi cabeza hacia mundos fantásticos y a no querer bajar nunca más a la tierra.
De los libros salieron también muchas otras experiencias que me enriquecieron las ganas de conocer sobre "todo" y el hambre de sorpresa constante: música, teatro, cine, series, películas, etc. Y ésas mismas ganas y hambre -por quitarle un poco de culpa a mi indecisión- fueron las que me pasearon por varias carreras hasta dar con la verdadera vocación, que siempre estuvo presente aunque un poco disfrazada.
Al salir del secundario egresada en Cs, Biológicas, comencé a estudiar Turismo, para saciar mi hambre de conocer el mundo. Con ésa carrera descubrí que jamás podría estar encerrada y quieta en una oficina, que necesito completar los viajes sobre los que tanto leí e imaginé; y también que sufro de "panic attack" (se me seca la garganta, me baja la presión, siento náuseas) cuando tengo a mucha gente pendiente de mí, siguiendo mis indicaciones, comentarios y movimientos en una guiada turística. Terminado el primer año -y antes de tener que rendir las prácticas de guía- abandoné.
La siguiente carrera fue un gran paso fuera de la línea de ingenieros, médicos y abogados familiares: Decidí estudiar Audiovisuales en el IUNA, que abarca básicamente al cine y todos sus derivados, y sentí que por fin estaba "dando en el clavo". No sólo me iba bien en todas las materias, si no que me encantaba la carrera y me daba gusto cursarla. Pero terminando el 4to año de la misma, dentro de un proyecto de filmación y trabajo con niños de talleres en barrios carenciados, comencé a notar que aquellos momentos que más disfrutaba eran los compartidos con los niños, que me generaban gran admiración ante su capacidad tan simple, natural e inocente de conectarse con el mundo que los rodeaba.
Tras varios meses de planteos y psicólogo, finalmente me decidí por seguir mi vocación.
La admiración que me causan los niños es en parte nostalgia y en parte envidia -sana- de poder sentirse tan libre de todo tipo de presiones. Y a la vez me complace el pensar que puedo formar parte de aquel primer contacto con el mundo fuera del hogar, tener la posibilidad de ser el enlace decisivo entre los niños y sus primeros descubrimientos, aprendizajes y reconocimientos del mundo tan amplio del que somos parte.
Así es como termine aquí, en ésta carrera, ésta materia y éste blog.
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